Lamentable inicio de año para el semanario francés "Charlie Hebdo" que de alguna manera fue víctima de su propia manera de proceder sin ceder a presiones externas, ni a su propia autocensura, como lo manifestaba su director sopesando el Humor o la Muerte, dando cuenta que son los propios medios de comunicación los que coartan la palabra por intereses plenamente económicos.
Parece ser que la libertad de expresión que maneja la revista satírica sobrepaso su limite hasta llegar a la provocación sin pausa alguna, pese a las amenazas y atentados de que fue parte desde la primera publicación de las caricaturas danesas en el 2006 hasta el atentado terrorista de este 7 de enero con la muerte de Stéphane Charbonnier y tres de sus caricaturistas entre otros caídos.
Como derecho universal a la difusión de las ideas, su libertad la determina la igualdad de condiciones frente a otras, la apreciación propia de cada persona de alguna manera lo determina la difusión que hace la industria informativa y el desconocimiento propio de esta, pero hasta que punto estas razones conllevan un proceder transgresor de la integridad de individuos que por acciones comunicacionales son sometidos por fanáticos religiosos en pro de sus creencias, no existiendo justificativo alguno a este accionar impositivo.
Las opiniones discrepantes permiten poner a prueba, con vigencia y principios el concepto de una religión, cualquiera que sea esta, donde al parecer ciertos creyentes aprovechan de su fundamentalismo para imponer sus criterios utilizando violencia física y psicológica, a nombre de su "Dios", cuando todo nos lleva a pensar que lo que realmente quieren es el poder absoluto para nutrir su propio Ego y el de los suyos.
La imagen de Olea ha sido una de las más difundidas en las redes sociales, con el lema "Je suis Charlie Hebdo" al igual que la del australiano David Pope, que en The Canberra Times ha dibujado a un terrorista vestido de negro con un arma y un muerto a su lado mientras afirma: "he drew first"
ResponderEliminar¿Qué ocurriría si yo hiciera ahora una revista cuya portada tuviera el siguiente lema: “Matanza en París. Charlie Hebdo es una mierda: no detiene las balas” e hiciera una caricatura del fallecido Jean Cabut acribillado con una copia de la revista en sus manos? Claro que sería un escándalo: la vida de un francés es sagrada. La de un egipcio (o la de un palestino, iraquí, sirio, etc.) es material “humorístico”. Por eso no soy Charlie, pues para mí la vida de cada uno de esos egipcios acribillados es tan sagrada como la de cualquiera de esos caricaturistas hoy asesinados.
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